ANIMALITOS, LOCOS Y ESCUPITAJOS
Me lo pregunta, insistente, la cara del espejo: ¿de qué color oscuro son esos dientes? Y, a propósito, ¿por qué diablos debería el ejercicio de la razón obligarnos satisfactoriamente a una vida razonable? Además, razonable, ¿para quién? ¿Para mí mismo, acaso, para el Estado, para los habitantes de la estación orbital Mir, para el bueno de mi padre? Éste es un espacio de utilidad pública, eso seguro, y debo intentar explicarlo.
Imaginemos, por ejemplo, a Sergio García, un buen jugador de golf (o eso dicen). Sergio está agotando sus bazas durante la penúltima jornada de uno de los torneos más importantes de las Series Mundiales. De pronto, en el hoyo 13, Sergio falla un putt, un golpe sencillo y asequible. Como parece lógico (a mí, al menos, así me lo parece), Sergio se mosquea un poco y, tras el bogey correspondiente, escupe con fuerza en el centro del agujero. Es decir, en el centro del agujero del hoyo número 13. ¿Lo entienden? Una cámara de la NBC lo graba todo; en nuestro mundo moderno siempre hay una cámara que lo está grabando todo. Inaceptable, dicen al instante, este comportamiento resulta inaceptable. Y todo el mundo se lleva las manos a la cabeza. ¿Es ésta una conducta razonable?, preguntan a Tiger Woods. “No, claro que no –responde categórico-, yo nunca he hecho eso”. Sobresaliente el Tigre. ¿A que ahora sí que lo entienden?

Locura filosofal, de Nigel Rodgers y Mel Thomson, da cuenta de los numerosos escupitajos que, según criterio de los propios autores, lanzaron a lo largo de su vida un prestigioso grupo de acreditados filósofos. Así, podemos observar estupefactos las alocadas andanzas de Nietzsche por las raves de Bayreuth, a Foucault en los baños públicos o en las saunas de San Francisco, a Wittgenstein entre niños y entre las vacas de Trattenbach. ¿Y qué creen ustedes que estamos viendo? Pues vemos, como no podía ser de otra manera, el espíritu y el cuerpo enfermizos de Federico, el placer y el vicio sadomasoquistas de Michel, el solipsismo y la egolatría violenta de Ludwig. Vamos, ¡lo que todos, más o menos, ya sabíamos! Y no sólo esto. La investigación (o cámara espía de la NBC) de Rodgers y Thomson, alcanza también a (vayan tomando nota) Rousseau, Schopenhauer, Russell, Heidegger y Sartre. ¡Animalitos! ¡Por fin sabremos con quién perdieron su virginidad, a quién le jodieron la vida, y dónde guardan sus videos pornográficos!
Animalitos, sí; animalito máquina. Yo también soy un vocoder. Y vivo bajo las ruinas del viejo imperio Austrohúngaro. Es decir, habito en el centro de un agujero donde cualquiera planta su fértil y magnífico escupitajo. ¡Maravilloso escupitajo el de Hidrogenesse! “Sentimentalmente –afirma Genís Segarra- somos antiguos”. Y, desde esa sentimentalidad tan antigua, desde esa impaciencia militante (impaciencia contra la estupidez, ya lo saben), todo baila y navega entre sombras y pistas animales. Me lo pregunta insistente la cara del espejo: ¿sólo se debería poetizar la filosofía?
En Después de Nietzsche (y estoy haciendo ahora inventario de los días), Giorgio Colli nos recuerda el poderoso y atractivo poder de la mentira. ¿Por qué resulta decadente la escritura, la filosofía?, se pregunta el filósofo italiano. ¿Existe alguna expresión humana que armonice con la naturaleza? Los objetos nacientes, aquí abajo, en el submundo informático, tampoco nos decimos las cosas a la cara; cuerpo a cuerpo, cara a cara. Y lo que queda reflejado en la pantalla no es más que otra representación (más novedosa si quieren, más virtual y tecnológica) de una espléndida mentira.
“Cuando Nietzsche nos habla –escribe Colli-, nos convence del poder de la mentira en la religión, en la filosofía, aparece como un gran liberador. Tendríamos que haber entendido gracias a él que cuando un hombre se exhibe ante un público, cuando un individuo se expresa con palabras, con sonidos, con colores frente al presente y la posteridad, somos siempre espectadores de una comedia, jamás se tratará de algo sano, serio, transparente. Si lo que se quiere son otras cosas, la salud, la naturaleza, la verdad, lo límpido y lo auténtico, habrá que eliminar toda interpretación. Habrá entonces que condenar a la filosofía, y no sólo a lo que lleva propiamente este nombre, es decir un cierto discurso retórico escrito, sino también el poema de Parménides o los aforismos de Heráclito, porque también éstos eran interpretación”.
En la respuesta de Colli a la antigua pregunta veo mi rostro envejecido, en el espejo, o una sola parte de él incierta, incógnita. “La mentira es el instrumento de la voluntad de poder –concluye el filósofo-, pero la voluntad de poder no es mentirosa”.
2 comentarios
Enrique -
Ojos de Lechuza -
Saludos.